VOZ (9141)
Hay alguien que llama desde remotas cimas, |
hay una voz profunda que me pide estar cerca. |
Los aires se arremansan en corrientes continuas |
hasta fundir los ecos en la dormida piedra. |
El camino es un paso que dio el gigante mundo |
con sus botas de angustia, pensativas y negras; |
era un viajero entonces, desamparado y rudo, |
y con su andar de nave fue duplicando huellas. |
A veces tengo alas. Los cabellos furtivos |
se fugan entre ratos de las furias del viento, |
las manos, como arañas, van tejiendo en sus giros |
una red infinita de locura y de ensueño. |
¡Llegaré hasta la cumbre! Tendré todas las flores |
azules y mojadas que habitan en las cuevas, |
y habrá un concierto claro de pájaros y voces |
en la garganta virgen de la desnuda tierra. |
Hay alguien que me llama desde remotas cimas |
y voy tras su llamado como la humilde sierva: |
manos y pies descalzos…entre luces y vidas, |
hasta la voz profunda que me pide estar cerca. |
CÁMARA DE CRISTAL (1943)
Cámara |
de cristal |
mi lágrima. |
Y el mar. |
Y alcoba pálida |
mi sollozo. |
Mundo de celofán. |
Pecera de hondo |
movimiento estelar. |
Niebla de otoño. |
Y algo más |
que naufraga en mi llanto misterioso. |
Caracol, el hermano (1952)
Caracol, el hermano, |
el mismo yo, mas caracol. Concisa |
su forma sigue sin barniz ni estrago |
para que el hombre sufra un alma rica, |
un alma suya con el vellón y el gajo, |
íntima, inmensa, siempre en sed y ahíta. |
Así construimos un lugar humano, |
pero tan lleno de él como de brisa. |
una pared de cal… ¡y tan distinta! |
Un muro nuevo, ¿raro? Solo en su fresca soledad continua. |
—¿Soledad, otra vez lo solitario, otra vez la distancia? ¿Y la caricia?— |
Cálmate, amor; lo nuestro es lo lejano, toca el largo perfil, la piedra lisa |
dice por voz de su vigor: yo te amo. |
La forma singular es la infinita. |
Atienda aquel que dijo hallar |
dicha y sosiego |
en un sueño beatífico y tranquilo; |
atienda a lo que digo y lo que creo. |
¿Sabes, nocturno amigo, |
a qué cosa en verdad llamamos sueño? |
Atiende, hermano mío, |
sin pena y sin recelo. |
Yo, que he soñado, yo, que no he dormido, |
te pregunto sin voz desde mi lecho: |
¿crees que el sueño protege del abismo, |
rescata del asalto y del incendio? |
Yo, soñadora inmóvil, no he creído |
en mi rostro apacible cuando duermo. |
Lucho soñando, sórdida, conmigo, |
con un pájaro extraño, con el viento, |
con un agudo y afilado pico |
que me horada las sienes y el cerebro |
y dejo sangre en el cojín y heridos |
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos. |
Soñador y sonámbulo es lo mismo. |
Se va entre nieblas, huérfano. |
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido? |
La mano movediza del recuerdo con un sombrío ovillo |
y tejió la crisálida del lienzo |
con una larga víbora de lino |
que se enrosca en el alma y en el cuerpo. |
Atienda aquel que alguna vez me dijo |
hallar quietud seráfica en el sueño; |
atienda a mi creencia, a mi pregunta, |
que es la de todo soñador despierto. |
Creo en mi corazón, su llama oculta |
bajo las sábanas, ardiendo. |
Creo en mi sangre muda |
corriendo como un río del infierno. |
¿Cree alguien en la calma de las tumbas, |
en la paz de los muertos? |
Quieren creer…¡No lo han creído nunca! |
Descansa en paz, solo es un gran deseo. |
Descansa en paz, pero la paz no escucha; |
descansa en paz, pero el descanso es ciego. |
La muerte, insomne, mira hacia la lucha |
y el sueño es el más íntimo desvelo. |
¿Para qué si la ausencia |
recuerda lo que fue y el raudo nido |
prosigue sin cesar en la apetencia? |
¡Vuelve!, grita el amor, y lo que ha sido |
es en su grito nueva transparencia. |
Inmenso ser inmerso en el pedido |
devuelta está tu voz, tu confidencia, |
tu secreto, tu piel, tu repetido |
fiel hontanar que nunca es la carencia |
sino el cambio de sitio, el transferido |
sitial a otro dulzor, a otra potencia. |
No, devolverte no. Lo mantenido |
queda aunque escape su vivaz secuencia. |
Vives aquí y allá, tan trascendido… |
Amor, no estás y bulle tu presencia. |
Nada dice: prohibido. |
¡Entrad!, dicen las puertas de la ausencia. |
Ida Gramcko (Puerto Cabello, 1924 – Caracas, 1994). Su educación formal fue tardía, como era costumbre en la época, pero muy joven escribe poesía y lee sistemáticamente a los clásicos de la lengua española. A los quince años viaja a Caracas, entrando en relación con la intelectualidad capitalina. Tuvo temprana iniciación en las letras con el poemario Umbral (1942), obra merecedora del Premio de la Asociación Cultural Interamericana. Un año más tarde entra como reportera y cronista literaria de El Nacional, donde conoce a uno de los fundadores del diario, el periodista español republicano de izquierdas José Domínguez de Benavides, con quien casa en 1945. A la caída del gobierno del Presidente Rómulo Gallegos deja el cargo diplomático y permanece en Rusia. Conoce al hispanista Fedor Kelin, quien traduce al ruso su celebrado libro La Vara mágica y le encarga la pieza de teatro infantil La hija de Juan Palomo, también conoce a Golda Meier, ministro de Israel. De regreso a Venezuela se dedica a la escritura, su producción llega a 33 títulos publicados, más varias obras prácticamente inéditas dedicadas a escritores y pintores venezolanos.