Anderson Jaimes R
Fundación Cultural Bordes / Museo Antropológico del Táchira
Enrique Javier Díez Gutiérrez, es ensayista y profesor titular de la Facultad de Educación en la Universidad de León. Doctor en Ciencias de la Educación. Licenciado en Filosofía. Diplomado en Trabajo Social y Educación Social. Especialista en organización educativa, actualmente desarrolla su labor docente e investigadora en el campo de la Educación Intercultural, el género y la política educativa.
En su libro “Pedagogía del decrecimiento, educar para superar el capitalismo y aprender a vivir de forma justa con lo necesario”, plantea que no es posible el crecimiento continuo en un planeta limitado. La economía del «crecimiento» del actual sistema capitalista, lejos de producir bienestar y satisfacción de las necesidades para toda la humanidad, ha conseguido asentar la denominada sociedad del 20/80: unos pocos son muchísimo más ricos (20%), mientras que la mayoría se precipita al abismo de la pobreza (80%), la explotación y la miseria. Al mismo tiempo, el planeta es esquilmado, saqueado en sus recursos limitados y empujado hacia una catástrofe ecológica que pone en serio peligro la vida sobre la Tierra y la supervivencia de las futuras generaciones.
Únicamente la ruptura con el sistema capitalista, con su consumismo, su productivismo y su despilfarro, puede evitar el desastre. El decrecimiento es la opción deliberada por un nuevo estilo de vida, individual y colectivo, que ponga en el centro los valores humanistas: la justicia social, las relaciones cercanas, la cooperación, la redistribución económica, la participación democrática, la solidaridad, la educación crítica, el cultivo de las artes, etc.
Por eso, el decrecimiento implica construir nuevas formas de socialización educativa que antepongan el mantenimiento de la vida y el bien común a la obtención de beneficios económicos de unos pocos. Esto es lo que debe permanecer en el corazón de los centros educativos: la configuración de un nuevo imaginario colectivo en las futuras generaciones que permita que aprendan a cambiar el mundo y hacerlo más justo, sostenible y habitable.
La mayoría de las propuestas que se vienen haciendo desde la gran mayoría de las instituciones internacionales, casi siempre van en la línea de que un país tiene que crecer más. Por eso parece chocante el término descrecimiento. Diez Gutiérrez plantea tres ideas sobre lo que puede ser el descrecimiento. En primer lugar, se puede plantear como un movimiento social, económico y educativo que defiende reducir la producción material y del consumo para asegurar la sobrevivencia del planeta y de las futuras generaciones. Porque lo que se ve hoy es que la humanidad está agotando los recursos del planeta para satisfacer los deseos que generan los medios de comunicación y la publicidad que propone vivir como se vive en los países del norte. Esto no puede ser generalizable a todo el planeta.
En segundo lugar, esto supone una enmienda al sistema económico, social y mental del capitalismo. Exige una redistribución democrática de la producción y el consumo, empezando por los países industrializados, como un medio para lograr la sostenibilidad ambiental, la justicia social y el bienestar comunitario.
En tercer lugar, el decrecimiento representa una forma de relacionarnos con el mundo, con las cosas y con los seres, que puede ser universalizada. No pretende sustituir las demás opciones que se oponen al capitalismo, sino que plantea que cualquier superación de este debe ser decrecientita, al mismo tiempo que anti patriarcal y antirracista.
Decrecimiento en países pobres.
Para entender el descrecimiento en su justa dimensión, se debe desmontar los mitos sobre esto, es decir explicar que no es el descrecimiento. Decrecer no busca que se viva en la miseria, renunciando a las conquistas de la ciencia y de la técnica para volver a una época de estado semisalvaje. Tampoco es decrecer de manera absoluta y radical, sino que supone un proceso en que esto se haga de forma equitativa y gradual en un ritmo que se acople a los ciclos naturales de la propia naturaleza, garantizando que todas las personas del mundo puedan cubrir las necesidades básicas de forma respetuosa con el ecosistema del planeta.
En ningún momento el decrecimiento plantea que los países y sociedades más pobres deban decrecer radicalmente. Se trata de priorizar el crecimiento en los escenarios de despilfarro insostenible, como pasa de manera evidente en los países del norte (EEUU, Europa, Japón, etc.). y es que, si todo el planeta viviera al ritmo de estos planetas del norte global, se necesitaría al menos dos o tres planetas más para mantener esos ritmos de producción, de consumo y despilfarro. Esto supone garantizar un reparto justo que garantice unas condiciones de vida digna para todas las personas en todo el planeta. Y para esto se propone el establecer, límites a la riqueza, a nivel global.
No todo tiene que decrecer, paralelamente al decrecimiento va implícito el planteamiento de generar un crecimiento exponencial de la vida digna, de la justicia social, de los servicios públicos, de las relaciones humanas, de la cultura, del bien común, de los cuidados y de la solidaridad colectiva. Es decir, hay que hacer crecer todo aquello que hace que la vida sea buena y cada vez más humana y justa.
Desaprender para decrecer.
Cinco claves básicas, identifica el autor como aspectos necesarios para lograr la trasformación de un paradigma de crecimiento que era común en una idea de progreso y desarrollismo que era común dentro del capitalismo como desde la izquierda tradicional. La primera de ellas es que no es posible el crecimiento continuo en un planeta limitado.es una evidencia que es muy fácil de ver. El crecimiento del actual sistema capitalista, sustentado en la idea neoliberal, lejos de producir la satisfacción de las necesidades para toda la humanidad, ha conseguido asentar una sociedad denominada del 20 – 80. Es decir, unos pocos, el 20%, aunque cada vez menos, son muchísimos más ricos. Mientras que la mayoría de las personas del mundo, el 80% y aumentando, se precipita en el abismo de la pobreza, de la explotación y de la miseria.
En segundo lugar, al mismo tiempo que el planeta es explotado y saqueado en sus recursos limitados, está siendo empujado hacia una catástrofe ecológica que pone en serio peligro la vida en el planeta. Es decir, los límites del planeta han sido rebasados por la necesidad de crecimiento continuo. El sistema capitalista a ignorado lo que los científicos han advertido sobre el cambio climático y el agotamiento y finitud de los recursos. Muchos de ellos han hablado incluso de que estamos entrando a la edad del colapso, pues estamos cada día más cerca de una crisis energética, una crisis climática y una crisis de la biodiversidad sin precedentes en la historia de la humanidad. Algunos datos de esta realidad se pueden sentir en el aumento de las temperaturas debido al cambio climático, la extinción de más de 30mil especies de plantas y animales al año, mientras que en otros períodos se perdía una sola especie cada 4 años.
Como tercera clave, lo que se está viendo es que mientras todo esto sucede, se sigue usando la biósfera como un laboratorio de alto riesgo, mediante la experimentación y mal uso de la energía nuclear. Además de transgénicos, clonaciones, químicos artificiales que se producen en función de lo que se ha dado en llamar “la libertad del mercado”, que no es otra cosa que u eufemismo al cálculo de los beneficios empresariales, sin preocuparse en comprobar si son o no peligrosas o perjudiciales para los ecosistemas.
Un cuarto punto se refiere al uso de las energías fósiles. Se ha rebasado el pico histórico de la producción petrolera. La agencia internacional de energía hizo pública que la producción de petróleo crudo llegó a un máximo en 2018 y después ha estado declinando tan rápidamente como creció. Pero los efectos que el uso de estas energías se encuentra íntimamente ligado al recalentamiento de los mares, que causa grandes mortandades de flora y fauna. La circulación de agua cálida por el océano atlántico, puede hacer colapsar el sistema climático de la tierra. Todas estas realidades son muy difíciles de revertir, por lo que solo cabe esperar que no sea demasiado tarde Todo esto, pone en peligro la vida de las futuras generaciones, quienes pierden así su derecho a heredar un mundo mejor del que hemos heredado.
En quinto lugar, esto significa que hay que desaprender la socialización educativa para el mercado, desaprender la orientación a sobre producir, desaprender la competitividad y el proceso de consumo. Es decir, una serie de factores sobre los cuales la escuela ha formado muchas generaciones. Esto supone desmontar un currículo general que va desde la primaria a la universidad, que está hecho sobre esta lógica. La idea del profesional y de la vida universitaria está pensada desde el puntaje, la acumulación de notas, dentro de esta lógica de crecimiento.
Pedagogía del descrecimiento.
El decrecimiento debe conllevar a una pedagogía que ayude a la descolonización de las mentes y de las prácticas y políticas que han sido hechas sobre el planteamiento estructural del crecimiento. Crear una sociedad del descrecimiento, es necesaria la descolonización del imaginario mental y colectivo en que la escuela ha venido formando. Esto implica desaprender y construir una nueva forma de socialización educativa que anteponga el mantenimiento de la vida y del bien común a la obtención de beneficios económicos de unos pocos.
En este sentido, la educación puede ser parte del problema o parte de la solución, si se implica activa y decididamente en este proceso de desaprendizaje del pensamiento único, capitalista, neoliberal y comienza a educar en el bien común y el mantenimiento de la vida. Pero puede seguir siendo parte del problema si sigue reproduciendo el actual sistema capitalista y su ideología sin cuestionar una enseñanza con contenidos ajenos a la vida. Pero también es parte del problema si mira para otra parte, con un silencio cómplice, no abordando el problema o diciendo que la educación tiene otras prioridades. Se dice que la educación no debe politizarse, cuando la educación es fundamentalmente política al responder a una concepción de ¿cuál es la sociedad que queremos?
En definitiva, no se puede educar como si nada de esto estuviera pasando, esto debe estar en el corazón de todos los centros educativos, de todas las aulas y de todas las actividades escolares, de todo el currículo escolar. Para esto la doble vía es desaprender y reaprender, de donde desaprender es dejar a un lado una socialización educativa para el mercado de esas creencias que forman parte del dogma de fe del capitalismo neoliberal que está llevando a el planeta a un abismo y a la extinción de la especie.