Por Marilin Fernández
Albertina Carri es una directora de cine argentino que conocí viendo la película Los rubios (2003), un film sobre las dificultades de reconstruir la memoria, un ejercicio autoreferencial de la autora donde busca comprender quiénes eran sus padres, los cuales fueron desaparecidos cuando ella tenía cuatro años, en medio del contexto de la dictadura de los años 70 en Argentina.
Quienes quisieran indagar sobre cómo tener un acercamiento a narrar un tipo de historia como esta, sobre hechos históricos, políticos, sociales, colectivos o individuales, resulta importante conocer de otras apuestas narrativas más intimistas, en la búsqueda de crear personajes que resulten mucho más cercanos y complejos.
En Los rubios, la directora conforma diferentes capas ficcionales sobre ella misma, desde su dirección podemos verla aparecer en escena en la producción de la película, usando la cámara de video, entrevistando a diferentes personas, como también conversando y dirigiendo a una actriz que la personifica en el film, Analía Couceyro.
Desde esta perspectiva, donde se rompe la ilusión de realidad y se construyen otras, ficcionales y ambiguas, se va creando un gran relato cuyo tema principal es la imposibilidad de contener en un film una historia personal completamente fragmentada y dolorosa, que está conjugada a su vez con la historia de un país fisurado por el miedo y el terror de la dictadura.
Pero en esa misma imposibilidad se construyen otros caminos. El uso recurrente de escenificaciones con muñequitos de playmobil en el transcurso del film, es una de las maneras de recrear eventos que son parte de vivencias del pasado, recuerdos o imaginación de la autora. La búsqueda de diferentes testimonios va suscitando callejones sin salida, informaciones contradictorias, informantes que prefieren ocultar datos que los puedan comprometer o información que no llega a ningún lado, que no aporta mucho a la historia personal y a la película.
Un episodio importante en el film es la respuesta que recibe Albertina Carri del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales en rechazo a seleccionar el proyecto Los rubios, porque según el comité de selección el guion requería mayor rigurosidad documental.
Este episodio es incluido a modo de conformar el escenario que suscitó el hecho de querer contar la desaparición de la pareja, un suceso familiar y personal, pero también público, social y político. Esto se hace presente en el film, las opiniones sobre qué se debía contar y cómo se debía hacer esta película.
A partir de este terreno disputado, el personaje de Albertina (representado por la actriz) se va configurando en diálogo con ella misma (Albertina directora que aparece y desaparece de la escena), reflexionando sobre el truncado ejercicio de reconstruir la verdad y la memoria, concluyendo de alguna forma con una idea abierta, flexible, donde la contradicción, el silencio, lo falso y la imaginación son los lugares posibles donde su identidad puede ser construida.
Podemos decir que toda la película gira en torno a la autora y sus diferentes representaciones, en cómo se construyen los distintos personajes de ella misma a partir de los testimonios y del hacer de la película. Esta preocupación, relacionada con los testimonios y la especificidad cinematográfica la podemos encontrar en esta parte de la narración:
«Mi hermana Paula no quiere hablar frente a cámara, Andrea dice que sí quiere hacer la entrevista, pero todo lo interesante lo dice cuando apago la cámara. La familia cuando puede sortear el dolor de la ausencia, recuerdan una manera en la que mamá y papá se convierten en dos personas excepcionales, lindos, inteligentes; los amigos de mis padres estructuran el recuerdo de forma tal que todo se convierte en un análisis político. Me gustaría filmar a mi sobrino de 6 años diciendo que cuando sepa quienes mataron a los papás de su mamá va ir a matarlos, pero mi hermana no me deja. Tengo que pensar en algo, algo que sea película, lo único que tengo es mi recuerdo difuso y contaminado por todas estas versiones; creo que cualquier intento que haga de acercarme a la verdad voy a estar alejándome». (34:04/34:50)
En otros momentos de la película Albertina (actriz) da testimonio de sus recuerdos, como presentarnos la última casa donde vivieron todos y el día que se llevaron a sus padres. En medio de estos saltos temporales el espectador va construyendo el relato de quiénes fueron la pareja Carri desde el testimonio de familiares, amigos y de la misma Albertina; por qué desaparecieron y más o menos cómo fue su estancia en el lugar clandestino donde estuvieron secuestrados y desaparecidos después ese mismo año (1977). Eran intelectuales, sociólogo y licenciada en letras, militantes políticos de izquierda quienes apostaron por defender sus ideales hasta las consecuencias.
La memoria es construida sobre las ausencias, las contradicciones, sobre el silencio, el miedo, la reserva, hechos distorsionados por el paso del tiempo. Todos los testimonios son puestos en duda, unos contradicen el recuerdo de los otros. A partir de estos huecos la autora pone en duda también sus propios recuerdos y va recreando los episodios desde su narración. La ficción y específicamente ficcionalizar la “realidad” crea estos espacios ambiguos donde las categorías se diluyen y nos acercamos más a las sensaciones de confusión, obsesión y nostalgia de la autora por su historia y la necesidad de reconstruir un relato personal alejado de análisis políticos, hechos sociales y dramas exacerbados. La identidad y la memoria son los personajes principales y los motores que mueven a Albertina Carri, quien reflexiona sobre el carácter reconstructivo de estos y opta por dimensionar la ficción desde el cine para sanar la tragedia y seguir adelante.