El primer domingo de Adviento fui a ver la película de Luis y Andrés Rodríguez sobre Armando Rojas Guardia. Jung lo llamaría sincronicidad, pues como Armando, se negaba a aceptar la tesis de un mundo carente de sentido. Su diálogo con lo sagrado y ese Otro misterioso, grande y ajeno a la vez que cercano, en el fondo de sí mismo, se mantuvo hasta el final de sus días en el foco de su atención, como podemos ver a lo largo de su vasta obra escrita, tanto la publicada en vida, por su persona de médico, psicoterapeuta, psicólogo y científico, como el legado descubierto posteriormente, la bitácora de un viaje a sus profundidades en un tono personal, íntimo, creativo e irracional.
Armando Rojas Guardia no hizo esta división. Su obra intelectual es absolutamente honesta y despojada de artilugios, salvo el que conlleva necesariamente el dominio de un escritor con tan sólida formación académica sobre su lengua y el esfuerzo que implica la construcción de sentido a través del texto escrito. Pero en esa construcción se desnudaba por completo en el trabajo de auto reconocimiento y despliegue de su proceso creativo que a la vez es un camino de encuentro consigo mismo y con lo divino, un trabajo místico, amoroso.
Lo conocí personalmente en 2016, cuando vino como conferencista al Seminario Bordes, cuyo tema de esa año era Muerte y espiritualidad. Como lo relatan algunos entrevistados en la película, estaba tan abierto a la conexión honesta con el otro que inmediatamente lo sentí cercano, nos confiamos intimidades y mantuvimos correspondencia amistosa hasta su muerte cuatro años después.
Este trabajo de los directores es una empresa arriesgada, pues si yo apenas lo conocí en sus últimos años de vida y lo siento cercano, Armando es una figura viva y presente en buena cantidad de personas de este país. Su recuerdo está muy fresco y escuchar su voz, verlo de nuevo en este film genera muchas emociones. Una gran alegría recordar algunos de sus textos emblemáticos, conmoción ante su sufrimiento y la precariedad de sus condiciones de vida… conexiones e identificaciones con frases que dicen los amigos más cercanos, disonancias con algunas imágenes y músicas seleccionadas por los autores, gratitud y difrute por algunos cuadros muy bellos que se quedarán reverberando mucho tiempo y se mezclarán con los recuerdos de haber tenido el privilegio de conocerlo.
Es una película imprescindible para los interesados en la literatura venezolana, en la poesía, en el sufrimiento de la locura, en la psique, en la erótica y la homosexualidad. Independientemente de si tengamos acuerdo o no con todas las elecciones estéticas o argumentos planteados, es un documento valiosísimo, un retrato poético y un esfuerzo enorme de presentar a una figura de nuestra historia nacional desde el afecto y apuntando a una cierta militancia por despertar la sensibilidad en el público general hacia la vulnerabilidad del loco y del desviado, el freak, aquél que está marcado para la violencia y la exclusión a partir de lo que él llamaba sus cuatro condiciones como excéntrico: homosexual, poeta, cristiano y esquizofrénico.
Un documento de humanidad y sufrimiento, de cuerpo y espiritualidad, que podremos disfrutar en la sede de la fundación Bordes este jueves 12 de diciembre a las 6:30pm, gracias a la alianza con Circuito Gran Cine a través de la mediación de su director, Bernardo Rotundo, tendiendo puentes para la gestión cultural a lo largo y ancho del país, pues debemos conectarnos entre quienes estamos interesados en estudiarnos y conocernos a través del testimonio de nuestro patrimonio cultural, a través de las obras de nuestros artistas. Y en esta obra en particular, tenemos el doble legado de la poesía y el arte cinematográfico, así como el aspecto humanista, psicológico y espiritual, que sin duda surgirán en el foro posterior que acostumbramos hacer en este espacio de encuentro.
El aforo es limitado a 25 personas. Para reservaciones, favor comunicarse a través de los teléfonos 04247498219/0414789905.